miércoles, 4 de junio de 2014

La lección que me enseñó Tiananmen


Nunca olvidaré la mañana del 2 de junio de 1989. Fue el día en que mi vida cambió para siempre. Vivía en Hong Kong y, junto con varios compañeros activistas, decidí que había que estar en Pekín, cerca de la plaza de Tiananmen.
Tomamos un avión y en unas horas estábamos ya allí, justo en el lugar donde miles de chinos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, activistas, estudiantes y trabajadores, estaban haciendo historia.
Dispuestos a defender a los estudiantes que, cada vez más numerosos, llevaban semanas protestando en la plaza, estaban desafiando a uno de los gobiernos más poderosos del mundo sin nada más que sus palabras, su valor y sus cuerpos inermes.
Me registré en el hotel Beijing y me fui enseguida a la plaza de Tiananmen, que estaba a tiro de piedra.
Nunca había visto un ambiente tan electrizante. Había grupos de estudiantes, trabajadores y ciudadanos de a pie que mantenían intensos y animados debates sobre la corrupción, la libertad, sus derechos y los dirigentes del país.
Se escuchó un clamor inmenso cuando los estudiantes difundieron en la plaza su declaración en la que pedían democracia. Para mí, fue el momento de la verdad. Por primera vez en decenios, la gente corriente podía exhibir su propio estatuto simbólico en la Plaza del Pueblo. Nunca había visto antes tales muestras de esperanza, orgullo y efervescencia de energía idealista.
Pero las cosas se pusieron enseguida feas, y el 3 de junio por la noche, cuando comenzó la represión, el escenario era ya totalmente espantoso.
Recuerdo haber visto a centenares de personas correr por la avenida de Changan, empujando carretas con hombres y mujeres heridos, en busca de un lugar seguro y pidiendo ayuda a gritos. Vi mucha sangre. La sangre de las personas inocentes que sólo un día antes participaban del ambiente festivo.
Las ovaciones habían sido sustituidas por el sonido de las armas de fuego del ejército, que avanzaba hacia la plaza de Tiananmen. El suelo temblaba bajo nuestros pies por la gran cantidad de tanques que se aproximaban.
Alrededor de las diez de la noche me dirigí a las tiendas de campaña que la Federación Autónoma de Trabajadores tenía en la plaza. Los organizadores estaban desesperados y corrían, frenéticos, de un lado a otro, eliminando los documentos con nombres de simpatizantes y cualquier otra cosa que, en manos de las autoridades, pudiera poner en peligro su vida.
Luego dejaron las tiendas y marcharon hacia el ejército que avanzaba sobre la plaza con la intención de detenerlo. Algunas personas gritaban: "¿Cómo puede el gobierno hacer esto a nuestros jóvenes estudiantes? No podemos creer lo que está ocurriendo". La angustia, la rabia y el miedo de los manifestantes eran palpables.

A media noche, cuando las tropas avanzaban sobre la plaza de Tiananmen desde las afueras de Pekín, nos encontrábamos entre las decenas de miles de simples civiles desarmados que habían salido a su encuentro.
“Tenemos que ir a impedir que los soldados maten a los estudiantes de la plaza", recuerdo que nos dijeron unas personas que se dirigían hacia el peligro.
Tenemos que librar nuestra batalla; no sabemos qué nos va a pasar. Pero tienen que contar al mundo al verdad, a lo que nos enfrentamos y lo que hacemos", nos dijeron.
La multitud seguía caminando en dirección al ejército que se aproximaba. Éramos las únicas personas que iban en dirección contraria.
En la oscuridad de esa larga noche, oímos los disparos incesantes de los fusiles automáticos. Fue la noche más dolorosa de mi vida, llena de imágenes de sangre y heridas, y miles de manifestantes aplastados por los soldados y los vehículos blindados. No podía dejar de pensar en el dolor de los heridos, en la desesperación de los civiles frente a la represión militar, en la culpabilidad: no podía hacer nada para impedir la masacre.
En mi vida había visto tal grado de violencia, el sonido de los disparos, los gritos de dolor. Y no he vuelto a verlo.
Cuando salió el sol el 4 de junio, me encontraba en la terraza del hotel Beijing, frente a la plaza de Tiananmen, rodeada de activistas y periodistas de Hong Kong que estaban tan desesperados como yo por saber lo que estaba ocurriendo.
Imperaban la confusión y el miedo. Se seguía oyendo el penetrante zumbido de las balas al atravesar el aire cerca del hotel.
Con la ley marcial aún vigente, salir de Pekín y viajar de regreso a Hong Kong no era fácil. Había miles de soldados apostados por toda la ciudad y puestos de control en todas las intersecciones importantes.
Fueron de nuevo unas personas valientes quienes, pese a todos los riesgos que corrían, nos ayudaron.
“Queremos que salgan con vida de Pekín para que cuenten al mundo lo que ha ocurrido aquí Libraremos nuestra lucha aquí, pero no podremos contárselo ni mostrárselo al mundo. Por eso queremos que lo hagan ustedes por nosotros y por eso merece la pena que arriesgue la vida", recuerdo vívidamente que nos dijo nuestro conductor. Tenía lágrimas en los ojos, y su mirada me acompañará siempre.
Algunos días cuesta admitir que hayan transcurrido 25 años desde aquellas noches tan cerca de Tiananmen y apenas haya cambiado nada en mi país en lo que respecta a los derechos humanos.
La gente que vive en la China continental tiene prohibido hablar de lo que ocurrió entonces. Ahora, muchos estudiantes de la misma edad que tenía yo en la época de la represión probablemente no sepan siquiera que ocurrió ni tengan idea de la brutalidad que se ejerció en la calles por donde caminan hoy día.
Puesto que fui una de las muchas personas que presenciaron la represión brutal de Tiananmen, a menudo me preguntan qué he aprendido de aquellos sucesos. No hay más que una respuesta: "Jamás cejaré en nuestra lucha por la justicia y la libertad".  No debe permitirse que las autoridades eliminen de las páginas de la historia lo sucedido en Tiananmen.

martes, 3 de junio de 2014

María, víctima de malos tratos: «Sé que cuando salga me va a matar»


                                        Ana Isabel Peña, José Antonio Rodríguez y María Girona.
Qué raro puede sonar que dos mujeres víctimas de malos tratos y un hombre acusado de violación se unan en una misma causa. Pero los tres, según cuentan tienen un palabra que les ha unido para siempre: «Injusticia».
Se llaman María Girona, José Antonio Rodríguez y Ana Isabel Peña. Ellas son abogadas, él fue encofrador en los tiempos del boom. Ahora forman la Asociación para la Defensa de Víctimas de Injusticias (Apadevi), que preside María en su sede del centro de Madrid.
María, que antes de abogada fue policía, recuerda cómo en los años 90 empezaron a maltratarla: «Al principio no lo notas, te dice que eres una mierda, que si no te quiere él no te querrá nadie, te aleja de tu círculo, de tu familia».
«Después hay un primer día en que te pega, y tú alucinas, pero ya no tienes a quién contárselo porque estás muy sola, y crees que es culpa tuya. Por la noche te dice llorando que lo siente, que lo ha hecho porque te quiere demasiado, te quiere tanto que pierde la cabeza. Y le crees. Le perdonas», relata María.
«Después empieza a pegarte todos los días y, como me pasó a mí, un día me clavó un cuchillo, quemó la casay tuve que salir herida y con los niños en brazos para no morir abrasados. Esa fue la primera vez que denuncié. Cuando se lo dije, me llevó, literalmente, a pedradas hasta la comisaría para que la retirara, y yo lo hice», continúa. Cuando él llevaba dos años en la cárcel María encontró el valor para volver a denunciarle, después de muchas sesiones de psiquiatra. Pero María tiene un convencimiento: «Cuando salga sé que me va a matar, pero por eso no quiero esconderme más. Quiero que se sepa que grité hasta el final que me iban a matar, porque las víctimas estamos desprotegidas totalmente por la ley de violencia de género, olvidadas de los gobiernos».
¿En qué más falla la ley? José Antonio lo resume con su ejemplo: «Después de 15 años de relación totalmente normal, mi mujer se enamoró de otro. Un día me dijo que me marchara de casa, que quería vivir con el otro. Yo dije que no, que nos divorciáramos pacíficamente».
«Entonces ella empezó a provocarme para que la pegara, y yo no la pegué, pero en mi enfado le di un puñetazo a una puerta. Con eso me denunció. Después, viendo que no era suficiente, me pidió perdón, me empezó a acariciar y a dar besos, nos fuimos a la cama. Al día siguiente me denunció por violación, guardó con cuidado las sábanas, la ropa interior y lo usó como prueba», explica. Así, de un día para otro, él acabó en la calle, sin trabajo, sin ver a su hijo, sin dinero. A las dos semanas se emborrachó como una cuba, llamó varias veces a su mujer para saber de su hijo, y ella le denunció por acoso. Acabó detenido de nuevo.
En la historia de Ana, su pareja era policía: «Me maltrataba, me acosaba mandando a sus propios subordinados a casa en coche de policía, me tenía vigilada. Pero le denuncié y el caso acabó archivado», añade.
Y hace poco más de un año, hartos, fundaron Apadevi para buscar más casos como los suyos. Y los de ellos aún no están cerrados, porque a José Antonio todavía podrían caerle de seis a 12 años por violación, y María no duda de que la matarán.
«La ley actual no protege a las víctimas en absoluto, pero además deja en manos de algunas mujeres la vida de sus maridos. Si tú tienes una ex, un día por la calle te la cruzas y te denuncia por amenazas, van a detenerte sin ninguna comprobación. Así, muchos hombres que no son maltratadores se acaban convirtiendo en eso, porque una falsa acusación puede lograr que en unos días pierdas la casa, tu sueldo, a tus hijos, que tengas antecedentes, que vayas a la cárcel... Y algunos luego pierden la cabeza y asesinan. No se pueden justificar estos crímenes de ninguna manera, pero ocurren porque la ley no ampara ningún derecho para los acusados, y además desprotege a las víctimas con una amenaza real de ser asesinadas. ¿De qué sirve una orden de alejamiento, si sólo es un papel? Si te quiere matar, va a ir hasta donde estés, le da igual quebrantarla», añade María Girona.
Entre los casos que están llevando hay de todo, y los comentan periódicamente en sus cuentas de Facebook o Twitter, sobre todo con objeto de denunciar a los juzgados que, en su opinión, toman decisiones arbitrarias con todos estos temas.
"Tenemos a un chico que tenía orden de alejamiento al que su ex pareja acusó de violación, y gracias a que llevaba una pulsera de localización se pudo demostrar que él estaba a varios kilómetros de la mujer cuando se supone que la violaron", cuenta María.
"También tenemos a una madre separada que cada dos fines de semana tiene que llevar a sus hijos de 13 y 11 años con el padre, que es alcohólico. Él no les hace ni caso, se emborracha y les insulta, les está maltratando psicológicamente. Al final el hijo mayor consiguió grabar cómo les insultaba sin parar y les decía que era una mierda cuidarles, que se iba a ir de copas para no verles. Llegamos al juzgado y pretendían archivar el caso sin siquiera oír la grabación. A la juez le pareció que los niños estaban encantados con su padre, y mientras ellos estaban llorando en la puerta del juzgado porque no querían que les dejáramos irse con él de nuevo".
Los malos tratos son sólo algunos ejemplos de las guerras en las que se quieren meter María, José Antonio y Ana con Apadevi, pero en realidad se dirigen "a todo tipo de injusticias: negligencias médicas, denuncias falsas, despidos, incapacidades laborales, abusos de poder, errores judiciales...", como dice Girona.

Madrid quiere que sus policías se jubilen a los 60


Graduación de una promoción de agentes municipales de Madrid en la...

En la plantilla de la Policía Municipal de Madrid hay 2.040 agentes -el 32% del total- con más de 50 años de edad. Ninguno de ellos habrá olvidado la muerte en un tiroteo de su compañera Carmen Muñoz, de 62, cuando trataba de detener a las dos personas que acababan de atracar una sucursal de Correos en Usera en agosto de 2012.

«En teoría a partir de los 55 años ya no deberíamos patrullar en la vía pública. Pero la situación de algunas unidades es la que es. A veces no hay gente y te sientes obligado a seguir trabajando en la calle».

Quien habla es Julián Leal, portavoz en Madrid del Colectivo Profesional de Policía Municipal (CPPM), el sindicato mayoritario del sector. Allí han acogido de forma «muy positiva» la noticia de la semana que podría suponer el fin del «agravio comparativo» a las condiciones laborales que arrastra su Cuerpo.

El Pleno del Ayuntamiento de Madrid, con el apoyo unánime de todos los grupos municipales, aprobó este miércoles elevar al Ministerio de Trabajo la propuesta para que las policías locales se incluyan en la categoría de profesiones «peligrosas» y, por tanto, sus trabajadores puedan jubilarse a los 60 años sin penalizaciones económicas de envergadura en las pensiones.

En la iniciativa presentada de manera conjunta por PP, PSOE, IU y UPyD se argumenta que los agentes municipales han llegado a «asumir funciones que hace algunos años eran ejercidas de manera exclusiva por la Policía Nacional y la Guardia Civil». Además, debido a que la «incorporación masiva de efectivos» a estas plantillas se hizo con la llegada de la democracia, muchos de sus miembros «podrían no encontrarse en las condiciones psicofísicas óptimas para el desempeño de su actividad en un breve periodo de tiempo».

«Somos el municipio número 53 que hace esta solicitud que, de aprobarse, tendría ser en el Congreso de los Diputados», señala Enrique Núñez, delegado de Emergencias y Seguridad del Ayuntamiento de Madrid y portavoz del PP en el Pleno. Para que la medida fuera viable, explica, sería necesario que se elevara la tasa de reposición, fijada por el Gobierno central en un 10% para los funcionarios.

En opinión del concejal socialista Pablo García-Rojo, «las policías locales, y concretamente la Policía Municipal de Madrid, sufren un agravio comparativo con otros cuerpos de seguridad al no tener reguladas fórmulas de jubilación y retirada del servicio activo teniendo en cuenta las exigencias físicas y la peligrosidad de su trabajo».

«El envejecimiento de la plantilla es patente y su dificultad para realizar tareas operativas en la calle también. La incorporación de unos 200 nuevos agentes anunciada para 2016 es claramente un parche insuficiente que no suplirá el déficit operativo de la plantilla», añade.

Por su parte, Ángel Lara, de IU, confía en que la medida reciba el visto bueno pertinente para que sea una realidad. «Tenemos el precedente reciente de los bomberos [que desde 2009 pueden retirarse a los 60 o incluso a los 59 si llevan 35 de servicio]», explica este edil.

A su juicio, se debe tener en cuenta «el desgaste físico» de los agentes locales que «se juegan todos los días la vida en la calle». Y, por si los reparos para no anticipar la edad de jubilación son sólo económicos, recuerda:«Éste es un trabajo que produce mucho estrés y también bajas laborales que le cuestan dinero a la Tesorería de la Seguridad Social».

En UPyD consideran «razonable» que se permita a estos funcionarios retirarse anticipadamente y piden también «un buen catálogo de segundas actividades» para que los miembros del Cuerpo con edad avanzada no tengan que prestar servicio en la vía pública, según el concejal Jaime de Berenguer.

«Es muy importante que el Ayuntamiento de Madrid, el que tiene la plantilla de Policía Municipal más grande de España [6.338 personas], haya aprobado esta propuesta, pero ojalá no se quede en papel mojado», apuntan en la CPPM. «Evidentemente la medida no se podría aplicar de golpe, pero sería viable ir haciéndolo por tramos», concluyen.

lunes, 2 de junio de 2014

El fin del reinado de Juan Carlos

                      

La decisión de abdicar, sobre la que se había especulado desde hace tiempo, es la respuesta del monarca a los deseos reformistas expresados por los españoles.

Hay antecedentes recientes en las Casas Reales europeas, pero no es muy habitual que un rey de España abdique. Lo hizo Carlos I en 1555 en su hijo, Felipe II, para retirarse a un monasterio, cosa que nada indica que el actual rey tenga intención de hacer. Sin embargo, Don Juan Carlos ha abdicado hoy en su hijo Felipe de Borbón, que con toda seguridad aceptará el trono, tomando el relevo al frente de la Monarquía Española.

La decisión de abdicar, sobre la que se había especulado desde hace tiempo, es la respuesta del monarca a los deseos reformistas expresados por los españoles.

Hay antecedentes recientes en las Casas Reales europeas, pero no es muy habitual que un rey de España abdique. Lo hizo Carlos I en 1555 en su hijo, Felipe II, para retirarse a un monasterio, cosa que nada indica que el actual rey tenga intención de hacer. Sin embargo, Don Juan Carlos ha abdicado hoy en su hijo Felipe de Borbón, que con toda seguridad aceptará el trono, tomando el relevo al frente de la Monarquía Española.
Don Juan Carlos llegó a la jefatura del Estado como sucesor del dictador militar Francisco Franco. Entonces inició un proceso de cambio político hacia la democracia, por el que el pueblo español le estaba abiertamente agradecido. Su punto culminante fue el fracasado intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El Rey apareció esa noche en televisión para enfrentarse a unos militares golpistas que creían contar con su apoyo. Desde entonces, monárquicos y antimonárquicos han procesado un profundo respeto a Don Juan Carlos.

El lunes ha vuelto a aparecer en la televisión para anunciar a los españoles su decisión de abdicar, expresándoles su “orgullo y gratitud” hacia ellos. Es una decisión que, no por esperada, ha sorprendido menos: “Sabemos que en enero lo comentó ya con el presidente del Gobierno y en marzo con el líder de la oposición, [el socialista] Pérez Rubalcaba”, dice en declaraciones a DW la periodista Pilar Urbano, autora del reciente libro ‘La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar'.  Ella, que además ha publicado sendas biografías de Don Juan Carlos y de su esposa, la reina Sofía, cree que el resultado de las elecciones europeas ha espoleado una decisión que el rey venía pensando desde hace tiempo.

La falta de sintonía entre el rey y la reina, las aficiones de Don Juan Carlos, como cuando en plena crisis económica trascendió que estaba cazando elefantes en África, y, sobre todo, el juicio contra su yerno Iñaki Urdangarín, investigado por corrupción y por evadir impuestos, han deteriorado la imagen pública de la Corona. En la decisión de abdicar también ha podido influir el estado de salud del monarca que, cada vez con más frecuencia, le hace tener que “pasar por el taller”, como él gusta de decir. “Todo eso suma –afirma Pilar Urbano–, pero el resultado de las últimas elecciones, las europeas, han mostrado un republicanismo ascendente tanto entre la gente joven y los nuevos partidos surgidos, como entre los más veteranos”.

domingo, 1 de junio de 2014

El falso entierro de un millonario brasileño que ayuda a salvar vidas


El anuncio en Facebook de que iba a enterrar su coche.

Los millonarios son muy excéntricos. Caprichosos. Hablan el lenguaje del dinero. Provocan recelos, envidias. También alguna admiración. Chiquinho Scarpa es un millonario brasileño que logró ser el foco de las críticas, y los insultos, de todo su país. Un día anunció en su Facebook que iba a enterrar su Bentley, de medio millón de dólares, en el jardín, inspirado en los faraones egipcios que enterraban sus tesoros. El anuncio consternó a sus compatriotas. Pero el funeral automovilístico iba a servir para resucitar conciencias...
Brasil se convirtió en una nación indignada. La noticia traspasó fronteras. Todo eran feroces críticas, debates, violencia verbal... Pero Scarpa seguía con los preparativos. En los días siguientes publicó un par de fotos más, donde se veía a una excavadora haciendo el agujero para depositar el coche. El 20 de septiembre de 2013 era el día. Allí acudieron los medios, que conectaron en directo y hasta alquilaron helicópteros. Con el hueco cavado, el coche descendió por una rampa. Pero en el momento de echar tierra, Scarpa mandó parar.
"A muchas personas le pareció absurdo este cuento de enterrar mi Bentley. Sin embargo, muchas personas entierran cosas mucho más valiosas que mi propio auto. La gran mayoría de ellas entierra sus órganos. Es el mayor desperdicio del mundo”. Su acción era, en realidad, una campaña de la Asociación brasileña de transplante de órganos y con esta falsa ceremonia abría la semana nacional de donación.
Scarpa pasó de villano a héroe nacional en una semana. "Yo no enterré mi coche, pero a todo el mundo le pareció absurdo cuandodije que haría eso. Absurdo es enterrar sus órganos, que pueden salvar muchas vidas. Nada es más valioso. Sea un donador, avise a su familia", explicó el millonario. La polémica campaña surtió efecto. Nunca la donación d órganos había tenido tanta presencia mediática: más de 172 millones de personas impactadas sólo en las redes sociales. Con un coste de cero dólares en medios, las donaciones de órganos aumentaron un 31,5% en sólo un mes.
"Es una idea buenísima, que nos advierte del pulso en los medios de la frivolidad. Logró captar la atención de millones de personas usando el poder de la frivolidad para una causa que en absoluto en frívola", explica a este diario Carlos Bayala, presidente de los jurados de Campañas Integradas e Innovación y Contenidos de Marca. Esta acción, ideada por la agencia Leo Burnett Tailor Made, ha sido una de las campañas más comentadas de El Sol, ganadora de tres Oros -en Campañas Integradas, Marketing Directo y Relaciones públicas-.
Sin embargo, esta campaña no pudo ser galardonada con un gran premio o el Platino, pese a ser candidata, debido a que el anunciante es una organización social. Las reglas del certamen así lo recogen. En sus 29 ediciones sólo se ha hecho una excepción, en 2011, con la campaña Pastillas contra el dolor ajeno. En 2013 también se llevó el máximo galardón del certamen, el Platino, una campaña también sobre donación de órganos, pero en ese caso el cliente era un club de fútbol, una entidad privada, el Sport Club Arrecife y sus hinchas inmortales.

Un año de brutalidad policial en el corazón de Estambul


                          Dos heridos por gases en la plaza Taksim, este sábado, en el centro...

"El mío es un derecho constitucional. Si quiero ir a Taksim debo poder entrar", protestaba, frente a un muro de uniformados, Güven Gürkan Öztan, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estambul. Todo fue en vano. Ni él, ni cientos de personas más, pudieron escapar del atolladero en el que la Policía, por orden de un desafiante primer ministro Erdogan, convirtió en un sábado tarde el centro de la ciudad.
Hace justo un año, en respuesta a la represión policial contra una sentada pacífica en defensa del parque de Gezi -adyacente a la plaza de Taksim- más de tres millones de turcos se levantaron contra las políticas del conservador religioso Tayyip Erdogan. Ayer, con tal de evitar cualquier atisbo de protesta de conmemoración, se cerró el transporte público en el centro y se suspendió el transporte marítimo en el estrecho del Bósforo.
"La policía ha recibido órdenes de hacer cuanto sea necesario [para evitar concentraciones en Taksim]", había declarado el jefe de gabinete turco a media tarde. Al poco, los accesos a esa plaza estaban cerrados hasta para EL MUNDO. "El artículo 34 de nuestra Constitución permite a la gente reunirse y protestar pacíficamente", denunciaba, a pie de la calle, el diputado del Partido Popular Republicano (CHP) Mahmut Tanal.
Apenas unos pocos cientos de manifestantes lograron alcanzar la calle Istiklal, ayer desangelada arteria comercial que desemboca en Taksim. Las fuerzas de seguradad armaban controles en todos los accesos al lugar, que en un día habitual -incluso cuando, antes de Gezi, había protestas- estaría repleto de turistas y compradores. Así, muchos no pudieron unirse a la manifestación, convocada allí por la Red Solidaridad con Taksim.
Al filo de las siete de la tarde, y a pesar de que los manifestantes sólo desafiaban a la Policía con cánticos antigubernamentales, la paciencia de los antidisturbios se agotó y abrieron los cañones de augu a presión contra los presentes. El gas lacrimógeno corrió por todo Istiklal. Cientos de policías de paisano, armados con porras extensibles, extendieron la violencia entre quienes huían despavoridos de la policía.
Surtir la protesta de agentes sin uniforme y armados no fue la única novedad en las técnicas represivas emprendidas bajo la batuta de Erdogan. Ayer, por primera vez, la policía puso directamente en su objetivo a la prensa. Ivan Watson, corresponsal del canal CNN en la región, fue detenido justo mientras entraba en directo para su cadena. Le liberaron  a la media hora, explicó luego, pidiéndole disculpas.
Las cargas en Estambul, que acabaron con la rotura de al menostres escaparates por unos individuos no identificados, se saldaron con al menos 13 personas heridas y más de 103 detenidos, según el Colegio de Abogados de la ciudad. En la capital del país, Ankara, así como en las localidades de Esmirna, Adana y Antioquía, también hubo manifestaciones inundadas por chorros de agua y gas pimienta.

La intransigencia del Primer Ministro, que de un año a acá no permite ni tan siquiera una pequeña feria de intercambio de libros en el parque de Gezi, no cesa. Si desde el gobierno se había atribuido las protestas de Gezi, primero, a 'lobbies' financieros, a los sionistas y hasta a un complot para matar a Erdogan usando telekinesis, ayer el 'premier' turco culpó de las protestas a una alianza entre la oposición y el teólogo y ex aliado Fethullah Gülen.

sábado, 31 de mayo de 2014

Ni soy hombre, ni soy mujer: «Soy 'Queer'»


Miembro del movimiento 'queer', con el atuendo de su...
¿Qué somos? ¿Quiénes somos? ¿Alguna vez se lo ha preguntado?
Lo que conocemos, a priori, es que el ser humano nace, en función de sus genitales se le atribuye un género y, con él, unos patrones específicos de educación y comportamiento. La impronta del género lo marca todo: cómo identificarse, cómo actuar socialmente, cómo sentir, cómo vestirse, qué casilla marcar en los formularios o a qué baño entrar en los bares. Algo aparentemente normal para la mayoría de la población, pero bastante complejo para una facción de la sociedad que no encaja en un posicionamiento específico.
Extraño, raro, excéntrico, de carácter cuestionable. Así define el Oxford English Dictionary al vocablo queer, un término acuñado a finales del siglo XX, en EEUU, para designar a las minorías no heterosexuales o de género binario y que rechaza todo tipo de clasificaciones fijas entre el hombre y la mujer, afirmando que los géneros, las identidades y las orientaciones sexuales, son el resultado de una construcción social y no biológica. «Este movimiento trata de expandir la propia identidad, eliminar etiquetas y visibilizar otras realidades», asegura Marian Yélamos, creadora de Dramafree Madrid, una iniciativa para el encuentro y el debate queer.
Chicas varoniles, hombres femeninos, lesbianas con look de chico, transexuales, operados, hormonados, drag kings, o lo que es lo mismo, mujeres pertrechadas con barba, bigote, pelo en el pecho y prótesis de penes para sentir la impronta masculina, aquí no hay barreras. «Yo soy una mujer que lleva maquillaje y se arregla, pero no me identifico como femenina completamente, ni como lesbiana, ni como heterosexual, ni como bisexual tampoco. Busco hacer lo que quiero en cada momento, empujar los límites de la sociedad, de mí misma y experimentar, ya sea teniendo sexo con un hombre, con una mujer, con una persona intersexual, de forma monógama o polígama, sin tener etiquetas ni limitaciones externas», apunta Emma G., profesora de inglés.
Ser queer supone el activismo de vivir con conciencia permanente en un entorno hostil a lo que se considera alejado de lo costumbrista o normal. Para Julia H., también profesora, «más que una corriente es una filosofía vital. Hay que negociar a diario para conseguir la aceptación de lo diferente, de lo fuera de la normativa y no es sencillo». Rendon, una estudiante americana prosigue, «es una aspiración ideológica, la esperanza de vivir en un mundo más libre, sin estereotipos, en el que no todos los príncipes y princesas sean como nos muestran en las películas y se desmonten los prejuicios de esta cultura sexista».
El movimiento llegó a Madrid en los 90 y se instaló en centros sociales del poliédrico Lavapiés, barrio de pacífica convivencia entre dispares culturas, corrientes, tribus urbanas y tipos. Allí se reúne La Cofradía del Santísimo Coño de Todos los Orgasmos, un nutrido grupo de feministas que realizan manifestaciones reivindicativas de los derechos de las mujeres. Vestidas con un hábito morado, sobre el que yace impreso el símbolo de su organización, pasean portando una vagina gigante.

         

«No pretendemos faltar el respeto a nadie, simplemente queremos llamar la atención sobre un tema que consideramos importante», expone Vanessa P., cofrade de la organización y de aspecto absolutamente masculino. «No me importa que me llamen chaval por la calle, ya lo he superado, de hecho, yo creo que me beneficia parecer un tío, ellos disponen de muchos privilegios sociales. Así me siento más seguro, no me miran y no tengo que aguantar que me estén silbando y acosando por la calle».
En el barrio encontramos otras iniciativas como el Tango Queer de Olaya Aramo, cuyo objetivo es el de olvidarse de los códigos tradicionales de lo femenino y lo masculino, a través de la danza argentina, creando un espacio para parejas gays, lesbianas, transexuales o intersexuales. «Creo que el enfoque binario es una mentira. Por medio del tango se olvidan los códigos establecidos y se experimenta la posibilidad de elegir libremente el rol que cada cual desea ocupar y el sexo de la pareja del baile».
En constante progreso, el movimiento no ha dejado de evolucionar y extenderse. Actualmente es sencillo encontrar todo tipo de información al respecto en internet, talleres, performances, encuentros o conferencias, y ya existen seminarios en la universidad, cursos de posgradoy tesis doctorales sobre culturas queer, impartidos por abanderadas de la causa como Beatriz Preciado, Raquel (Lucas) Platero, Carmen Romero o Esther Ortega.
¿Y el amor queer?, pregunto a Marian. «Ufff, infinito, con una gran cantidad de combinaciones posibles y una sexualidad abierta, sin límites, de personas con identidades dispares, operadas, no operadas, con pene, sin pene, hormonadas... Todo lo que existe entre medias del no-hombre y la no-mujer».